Este año el restaurante Costa Brava, «el Costa» para los amigos y clientes, cumplió 30 años. Abrió sus puertas en un garage de la casa de la familia en el año 1986. No es habitual encontrar en nuestra costa un lugar con una trayectoria tan prolongada.
La familia Fracchia era veraneante habitual de La Pedrera, y vivían en Montevideo el resto del año. Don Juan, el padre de los dueños actuales, construyó su casa en el año 1950 y desde entonces forma parte del paisaje y la historia de ese lugar. La casa tiene una ubicación privilegiada, el balcón al mar del acantilado de la Pedrera, quita el aliento.
Años más tarde, cuando don Juan se jubiló, parte de la familia se instaló y arriesgó a vivir todo el año.
Pescado fresco y cerveza fría
En el año 1986, Gonzalo, uno de los cinco hermanos, propuso la idea de abrir un lugarcito para servir pescado fresco y cerveza fría. La idea fue muy exitosa, como lo demuestra su extensa trayectoria.
Cuando pasé mi primer verano allí, una amiga me dijo: “Tenés que ir, es el alma de la Pedrera”. Y así, desde entonces, ininterrumpidamente verano tras verano, su existencia marcó mis veranos y los de mi familia.
De espíritu hospitalario y amable, los hermanos Quique, Beatriz, Gonzalo, Rafa y Juan, se han alternado dentro y fuera de la cocina, para abrir su lugar a los veraneantes, para contar las novedades del lugar, y ofrecer, mariscos y pescado fresco, preparado con sencilla y honesta receta. Es una cocina marinera de sabor franco.
La cazuela de mariscos de Quique, es un plato que atrae a fanáticos que vuelven por ella año tras año. El pescado al oliva, de Gonzalo, preparado con brotola fresca, respeta al máximo el sabor de la frescura y la firmeza de su carne. Las rabas, miniaturas de pescado frito y buñuelos de algas, son también un plato de buen punto y presentación.
La cercanía de los pescadores artesanales de La Paloma, aseguró por años el abastecimiento de pescado fresco. El restaurante triplicó su capacidad a través del tiempo sin perder esencia. El deck del frente, es el lugar más deseado los días sin viento. El servicio es ágil y la música buena siempre acompaña.
Es un lugar de una larga historia compartida por amigos y clientes que se volvieron amigos. La familia ha hecho de este lugar, un clásico con su espíritu bohemio, informal y marinero.
Y a su modo, han logrado caminar adaptándose a los cambios del balneario y a las expectativas de los clientes sin perder su calidez y la sonrisa de sus principales que hacen que para muchos, la visita al Costa Brava en este lugar pequeño frente al mar, siga siendo el sabor del verano.