Horarios: de lunes a viernes de 8.00 a 17.00 horas. Sábados de 8.00 a 14.30 horas.
Reservas: Sí
Teléfono: 2419 8827
Correo: [email protected] / @subar.cafe
Detalles: precios entre 180 y 510 pesos.
Una de las cosas que más nos gusta y nos hace sentir en casa a los montevideanos, son esos bares con historia de inmigrantes gallegos, donde se preparan las viejas recetas que están escritas en los cuadernos manchados de las cocinas de las casas. En Maldonado y Jackson hay uno de esos tesoros urbanos. Detrás del típico mostrador de mármol, María José cuenta cómo en esa equina se unió el negocio de la familia de inmigrantes gallegos de su padre de atender un bar, con el amor por la cocina de su familia materna.
Típico bar de inmigrantes
A mediados de los años 60, el bar era de sus abuelos paternos, Carmen y Eugenio, y en los 90 pasó a manos de sus padres, José Pita (Pepe) y Lucy Labandera, quien heredó el talento por la cocina de su madre. Hoy, mientras María José se encarga de la parte administrativa y de la atención al público junto con su padre Pepe, Lucy se encarga de las ollas, y no para de recibir felicitaciones.
Cada día un plato favorito
La propuesta gastronómica no es nada sofisticada, pero nada común. Mientras los dueños aseguran que es como comer en casa, pocas veces nuestras comidas alcanzan esos sabores. Caseros y abundantes, los platos varían de acuerdo al día de la semana (y con ellos los clientes, que van en busca de su favorito): lunes, colita de cuadril o pastel de carne; martes, pasta (ravioles, crepes o lasagnas); miércoles, pescado; jueves, canelones; viernes, pollo al horno con papas y boniatos. En temporada de frío se suman las cazuelas de lentejas (lunes) y mondongo (viernes). Pero siempre hay alguna sorpresa sin día fijo, como el pastel de atún, el pastel de salmón o el strudel de zapallito y muzarella. Las tartas de espinaca y queso, puerro y muzzarella y pascualina, y las minutas son alternativas que están todos los días.
Paredes con historia
En las paredes de esta casona de fines del siglo XIX se mantiene el espíritu histórico. Entre los clientes se sabe que Pepe es fanático de la feria de Tristán Narvaja, y se la pasa recibiendo cuadros, dibujos y fotos, regalos de artistas, cineastas y fotógrafos que suelen sentarse en esas mesas.
Cálido como nuestra casa, atentos en el servicio, comida como la de mamá
Boliche de barrio luminoso y querible.