Llegué a las Islas Seychelles una mañana de marzo, luego de trece horas de avión desde París. Y me sentí muy lejos de casa. Tierra de piratas e historias fantásticas, la puso en el mapa el navegante portugués Vasco da Gama. Colonia francesa primero, luego inglesa, es hoy una república cuyo territorio se compone de 115 islas tropicales.
En medio del océano Indico, o Mar Indien, como lo llaman allí y que me encanta cómo suena, las islas son extrañas formaciones de granito, algunas cubiertas de exuberante vegetación y otras de origen coralino, atolones de playas blanquísimas y mar de color indescriptible en cada fragmento de horizonte. En ese mar, verde, turquesa, azul, hay una visibilidad submarina de 30 y 40 metros. Buceamos y conocimos una biodiversidad asombrosa: jardines de coral multicolores, cardúmenes de peces interminables de todo tamaño, tortugas enormes, tiburones y una lista muy larga de una fauna ictícola que deslumbra. Una temperatura tibia y un mar salado, permite baños incluso en la noche.
Su capital es Victoria, en la isla de Mahè. Su población es amable y mayoritariamente de raza negra, hindú y cierto porcentaje de china. Se habla el creole, el inglés y el francés. Sus calles lucen limpias, y hay que cuidarse al cruzar, ya que se maneja al estilo inglés, por la izquierda. Toda la isla tiene caminos sinuosos, y bordes escarpados al mar, siempre presente en todas direcciones.
Fuimos a visitar al menos tres islas de las más grandes de archipiélago, y no nos dio para más, ya que la distancia entre islas es larga. El turismo no es para nada masivo, más bien lo contrario. La playa solitaria, es un paraíso aparte donde no se ven lugares al estilo parador para tomar una cerveza o para comer. Las comunicaciones son mayoritariamente por ferry entre las islas y por vuelos charter.
La playa más famosa se llama Anse Royale, (anse significa playa). Es un lugar donde la idea de paraíso nos viene a la mente, al segundo de pisar su arena. Allí en un día espectacular, no había mas de veinte personas. Otra isla hermosa es Praslin. Allí la playa Anse Lazio, se disputa con la anterior el primer premio. Muy difícil discernir cual es la mas linda, hay mucho mas que dos para el concurso del primer premio.
En Anse Lazio, fui al restaurante más cercano a la playa, donde se ofrece una carta corta, varios tipos de pescados que se sirve en general preparado a la plancha, entero, acompañado de arroz y ensalada. Es también común la cazuela al estilo Moqueca bahiana, aunque no con los condimentos que caracterizan a ésta. Otra forma , muy popular de preparar, tanto pescado como pulpo y pollo, es al curry. El curry de pulpo es un plato del lugar. Los condimentos como el curry, la nuez moscada, el clavo de olor y la canela, la vainilla, integran un típico aroma de la cocina seychellense. De hecho son todos ellos, productos isleños. La cerveza local, Seybrew, es la bebida de mayor consumo.
Las frutas tropicales como banana abunda por su variedad, y junto con el coco, mango, la papaya, el ananá, lichi, se venden y consumen en las calles.
El pescado se vende entero, en puestos callejeros al costado de la ruta o frente a la playa. Lo pescan de forma artesanal, en botes que recuerdan a las usadas en nuestra costa. La pesca deportiva es un atractivo espectacular de la zona. Se pesca de dos formas, embarcado en alta mar y también pesca con mosca, en los bajos del arrecife coralino. La variedad es amplia, bonefish, mahimahi, atún, barracuda, wahoo entre otra larga lista de posibilidades. Todos ricos.
En lo alto de árboles enormes, que se encuentran a la vera del camino de la playa, y en medio de la ciudad, se ve volar un murciélago característico de la zona llamado vampiro de la fruta. El fruto de este árbol llamado Takamaka, es la delicia de este tipo de vampiro. Los isleños lo atrapan, y lo tienen incorporado a su dieta como uno de sus platos favoritos. Su carne blanca, es similar al pollo, aunque tiene muchos pequeños huesos. Puede llegar a tener un metro entre las puntas de las alas. Vuela alto y puede verse volar aún a la luz del día!
En un restaurante callejero, de apenas dos mesas, y siendo nosotros dos los únicos comensales, me tocó la sorpresa gastronómica del viaje. Me ofrecieron dos opciones, pescado grillado o curry de pollo. Me trajeron éste último. Por cierto que la sorpresa fue, que el pollo del curry, volaba alto…….. tan alto como el vampiro de la fruta. Me sorprendí y no quedé muy contenta, especialmente por el engaño, ya que como bien me habían dicho, su carne es buena, similar a la de pechuga de pollo, blanca y un poco seca…..
Fueron diez días inolvidables en el paraíso. Un dato final de utilidad para el viajero que quiera conocer este paraíso: la media de los precios de los servicios de hotelería, restaurante y traslados son en general un 40% más caros que en París.
Es un destino remoto y nada barato, aunque la calidad de su naturaleza prístina lo convierten en uno de los lugares que los amantes de la vida no pueden dejar pasar, por ser un lugar de mar y vegetación frondosa, con una fauna y flora maravillosa y abundante y poco habitado.
Mercedes de Castro
Formada en Licenciatura de Historia en la Facultad de Humanidades, trabajó en la Colección Nacional y Departamento Técnico del Museo Nacional de Artes Plásticas.
Empresaria en el área de turismo y hotelería, donde ha puesto siempre especial énfasis en la gastronomía.
Su formación como crítica gastronómica y su sensibilidad para interpretar las manifestaciones culturales le permiten realizar una crónica con diversos enfoques de los lugares que visita. Estas experiencias la llevaron a conocer sitios que son la Meca de la cocina mundial.
Viajera incansable, le apasiona relacionar en sus viajes la historia, el arte, la naturaleza y el buen comer.
Es a través de la practica de deportes como la pesca con mosca que ha viajado a lugares recónditos que le han permitido conocer aspectos únicos de la cultura gastronómica de los distintos pueblos.